¿Nacional o autonómico? El poder de los partidos
El efecto que ejerce el sistema autonómico sobre los partidos es el de establecer preferencias, ya que ni las estrategias electorales ni los discursos son los mismos a nivel autonómico que estatal. Llegando a fijar la hoja de ruta y amoldando las preferencias en función del nivel y del territorio en el que esté el partido.
El papel
de los partidos
políticos ha sido fundamental a la hora de determinar la propia
evolución del sistema autonómico. Desde la polarización de opinión de los
mismos a la hora de plasmar las ambigüedades territoriales en los borradores de
la Constitución, hasta cómo debe dibujarse el mapa autonómico a la hora de
implantar sus estructuras regionales y buscar un mayor rédito electoral.
La actualidad
está evidenciando todavía más estas tensiones. Entre lo nacional y lo
autonómico; entre la jerarquía partidista; y, entre la conveniencia estratégica
de un mismo partido en la toma de decisiones.
En este
sentido, consecuencias del diseño autonómico sobre el comportamiento de estos
actores se han visto plasmados en múltiples ámbitos.
El primero corresponde al impacto que ha tenido sobre el papel descentralizador de los partidos políticos de ámbito estatal, los cuales han sufrido una mayor dependencia hacia sus marcas autonómicas por parte de los líderes nacionales, además de modificar los escenarios partidistas adaptándolos a estrategias territoriales. Por ejemplo, con la llegada a la presidencia de Aznar en el PP, se apostó por una lógica más descentralizada de su estructura interna.
Un
segundo ámbito pertenecería al impacto del sistema en los partidos
regionalistas, así como el enfoque de sus discursos, donde han visto que
tanto la irrupción de estas marcas como el aumento de su poder les ha dotado de
una importancia significativa a la hora de permitir la gobernabilidad,
pero también para poder canalizar correctamente demandas concretas gracias a
este sistema.
Ejemplo
de ello es el peso de partidos nacionalistas como Esquerra Republicana de Catalunya(ERC)
o de esencia regional como el Partido Regionalista de Cantabria (PRC), entre
muchos otros, los cuales han visto incrementado su capacidad de influencia a la
hora de negociar determinados acuerdos a cambio de apoyos puntuales, como es el
caso de los Presupuestos Generales del Estado.
El
tercer ámbito o efecto iría corrigiéndose poco a poco, ya que
esta descentralización ha derivado durante los últimos años a una dificultad
de cara a la atribución de responsabilidades, siendo en muchas ocasiones
complicado conocer qué institución es competencialmente la adecuada a la hora
de imputar una tarea, culpa o función.
Sin
embargo, los avances tecnológicos y el acceso a la información están
mejorando este efecto que hasta ahora beneficiaba a los partidos –aunque
también perjudicaba electoralmente a la hora de recibir culpas cuando les
atribuían responsabilidades que no les correspondían.
Por consiguiente,
el papel de los partidos políticos en la evolución del sistema
autonómico ha sido fruto de un consenso poco agradado por los propios
para dar respuesta a las demandas de los PANEs, (aquí
hablo sobre las interrelaciones de los PANES), como tratamiento
institucional de las tensiones nacionalistas, los cuales han actuado como
elementos de presión, viéndose beneficiados con el marco actual.
A su
vez, como se ha visto anteriormente, el efecto que promulga el
sistema autonómico sobre los partidos es el de establecer preferencias, ya que
ni las estrategias electorales ni los discursos son los mismos a nivel
autonómico que estatal.
En
cuanto a la causalidad, lo cierto es que inicialmente la dirección causal
partiría por el predominio de los partidos políticos –en un contexto
constitucional– sobre el sistema en tanto que estos primeros delimitaban al
segundo. Empero, a partir de su propia especificación, el efecto que ejerce
el sistema autonómico sobre los partidos es superior, llegando a
fijar la hoja de ruta y amoldando las preferencias en función del nivel y del
territorio en el que esté el partido.
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