¿Limitación de la elección presidencial? Sí, pero con matices.

 Los términos de mandato y las reglas de reelección determinan el horizonte temporal que tiene un presidente para ocupar su cargo. Esta limitación temporal se relaciona con la continuidad de la gestión de gobierno, la rigidez o la flexibilidad del régimen de cara a la adaptación de las situaciones cambiantes y la propia rendición de cuentas del sistema presidencial hacia sus representados.


Existen diferentes posturas acerca de la limitación de la elección presidencial. Autores como Penfonld (2014), consideran que –dentro de las diferentes variantes de las limitaciones– la reelección consecutiva (o no limitación de la elección) no necesariamente resulta un antónimo a la calidad del funcionamiento de la democracia, dado que se podría entender lo opuesto y pensar que limitar la reelección es más bien antidemocrático y tampoco ayudaría a mejorar la rendición de cuentas. De hecho, muchos politólogos apuestan más por seguir la línea de la tradición federalista norteamericana que proponía Hamilton basada en que los presidentes fueran reelegidos indefinidamente y, por lo tanto, no existiese ninguna limitación de la elección presidencial. De este modo, la limitación de la elección impediría crear las condiciones para que los políticos respondieran adecuadamente a los ciudadanos y pudiesen ser premiados por su desempeño con la posibilidad de mantenerse en el poder democráticamente.

En cambio, también existe la contraposición a los argumentos a favor de la reelección –sobre todo cuando se trata de una reelección de tipo indefinido–, de modo que se apueste por una limitación efectiva de la elección presidencial. En este sentido, y dependiendo del contexto de (in)estabilidad y polarización política, la no limitación de la elección podría suponer el enquistamiento en el poder de los presidentes elegidos democráticamente mediante la ampliación consecutiva de la reelección a raíz de reformas constitucionales que permitan la reelección más allá del período adicional, minando las bases del estado de derecho y la división de poderes.

Varios expertos han llegado a la conclusión de que el plazo del mandato presidencial se relaciona de manera directa con la capacidad del régimen de hacer frente a situaciones cambiantes. Asimismo, las conclusiones a las que llegan autores como Penfold, Corrales y Hernández sobre la posibilidad de que los presidentes introduzcan modificaciones constitucionales o interpretaciones judiciales que permitan cambiar los esquemas de reelección se subordinan principalmente a cuatro tendencias: 1) los presidentes que pueden reelegirse ganan por el simple hecho de ejercer el poder, 2) la diferencia con la que ganan contra sus contrincantes también se explica más por su capacidad de ser reelegidos por su propia gestión, 3) aunque son pocos los presidentes en América Latina que tratan de flexibilizar las restricciones de sus períodos presidenciales, cuando lo intentan lo logran con una proporción importante de reincidencia y, 4) en aquellas democracias con una institucionalidad más débil, los presidentes en ejercicio tienden a ganar con unos márgenes aún más amplios.

Por consiguiente, los efectos de la reelección condicionan a la calidad democrática en base a los principios de la equidad en la competencia electoral y el funcionamiento del estado de derecho. De este modo, es crucial que los sistemas electorales establezcan reglas para nivelar la competencia entre el gobierno y sus opositores, ya que las evidencias concluyen con que la reelección presidencial reduce la alternancia en el poder debido a que aumentan las barreras de entrada a los competidores por las mismas prerrogativas vinculadas con su oposición ejecutiva.

Por lo tanto, de los diferentes diseños institucionales relacionados con la reelección ilimitada, ¿cuál es el más beneficioso para la calidad de una democracia?

Lo cierto es que la relación entre el tipo de calidad democrática que se interpreta en base al diseño institucional de la reelección redunda en una interpretación muy individual, puesto que algunos autores justifican que la mejor manera de asegurar esta calidad conduce a no permitir una reelección o a limitar la elección presidencial en una o dos legislaturas, mientras que otras corrientes como las que proponía Alexander Hamilton derivan en permitir una reelección de tipo indefinido dejando a los ciudadanos la potestad de decidir si premian o castigan a la presidencia por su gestión a través de su voto.

La modalidad típica es la de una reelección limitada a dos mandatos, permitiendo de este modo a la ciudadanía el poder depositar la confianza nuevamente en el presidente si este ha operado correctamente durante su mandato. Empero, alargar la capacidad de reelección supone afrontar riesgos o empoderar al presidente más de la cuenta si este pasa a tener otros objetivos como el de mantenerse en el poder de manera ilimitada, por lo que establecer un determinado límite de mandatos debería ser una obviedad –teniendo en cuenta la casuística de cada país–, de establecer en los sistemas electorales las reglas oportunas para nivelar la competencia entre el gobierno y sus opositores.






Referencias
·      Anria, S., Roberts, K. (2019). “A right turn in america latina?”. Latin America & Latino studies. 

·      Barreda, M. (coord.). Negretto, G. (-). “Instituciones políticas de América Latina. Cap. 3. Sistemas electorales”. UOC.

·      Kreiman, G. (2019). “América Latina: ¿hacia un nuevo liberalismo?”. Eldiario.es.

·      Penfold, M., Corrales, J. y Hernández, G. (2014): “Los invencibles: la reelección presidencial y los cambios constitucionales en América Latina”, Revista de Ciencia Política, vol. 34, núm. 3, pp. 537-559. 

·      Carey, John et al. (2013): “Report from the field: two surveys to political scientists”, en Htun, M. Y Powell, B. (eds.), Political Science, Electoral Rules and Democratic Governance, APSA, cap. 7, pp. 62-73.

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