El espejo de las instituciones. Sobre los fenómenos sociales

Las instituciones tienen la posibilidad de atender y tramitar de manera más efectiva cualquier demanda o conflicto social a través del establecimiento de reglas o delimitando los marcos de los actores sociales. De hecho, gracias a las instituciones se permitió la convivencia de diferentes grupos sociales en una misma unidad política a través de la moderación y adoptando una lógica más sistemática, y que ha supuesto una gran rebaja de la tensión social, hasta ahora.

 

 


 

Los fenómenos sociales, especialmente los conflictos que se originan en las sociedades plurales –bien sea por cuestiones culturales, étnicas o por intereses opuestos– sobre un ámbito determinado, suponen conflictos difíciles de abordar debido a la moderación en el trato que se requiere de cada uno de ellos.

 

Las instituciones poseen una capacidad normativa que permite regular estos casos, pero también se encuentran con una serie de limitaciones que pueden agravar la inestabilidad de la sociedad ya que no tratar adecuadamente la pluralidad de intereses o no armonizar los fenómenos sociales con otros como, por ejemplo, el económico, cuando se opera en clave institucional, puede originar conflictos mayores.  

 

Para estos casos, las instituciones tienen la posibilidad de atender y tramitar de manera más efectiva cualquier demanda o conflicto social a través del establecimiento de reglas o delimitando los marcos de los actores sociales. Esto es, sin duda, una gran ventaja para determinados grupos sociales, ya que los cauces para lograr sus intereses están más delimitados y son más efectivos.

 

Por ejemplo, en España, durante el régimen del 78, los sucesos sociales no dejaban de ir de la mano con los políticos reflejando problemas redistributivos y étnico-culturales en los que, si no se canalizaban por la vía institucional, corría el riesgo de volver a reavivar conflictos y violencia. Por lo tanto, poder elevar estas cuestiones a las instituciones o los parlamentos supuso una rebaja de la tensión social importante, además de poder dar voz a las demandas de los colectivos.

   

Sin embargo, no todo es simple ni todo es generalizable, ya que establecer normas sobre los fenómenos sociales lleva a inconvenientes como el de poner a todos los colectivos en un mismo saco, sin matices ni excepciones y siendo en muchos casos injusto y discriminador para los más minoritarios. Sobre todo en lo que respecta a la representación y dotación de recursos.

 

Para analizar este dilema, autores como Laitin o  Przeworski analizan en su paper “Transitions to Democracy and Territorial Integrity”, que existen diferentes enfoques para analizar la perspectiva neoinstitucionalista en la que se han desencadenado multitud de procesos sociales que han originado inestabilidades en las sociedades plurales.

 

Por un lado, enfoque esencialista se topa con que la predeterminación de los valores y el fuerte arraigo en las sociedades producen una serie de clivajes donde los representantes políticos únicamente pueden ejercer de meros transmisores del enfrentamiento, lo cual agrava más la fractura de la sociedad. Además, de que su deriva suponía una fuente de conflictos y fuente de movilizaciones podían cilminar con el fracaso institucional o fuertes inestabilidades democráticas.

 

En cambio, la perspectiva constructivista permite ampliar los actores que participan en el conflicto, incluyendo las élites políticas, es decir, los partidos políticos entran a formar parte directa del juego en el conflicto, sin olvidar que cuantas más identidades y presencia de más miembros, mayores serán las dificultades para llegar a consensos. 

 

En todo caso, aún siendo conscientes de la amplia variedad de enfoques, identidades, colectivos y conflictos sociales, no se puede negar que, gracias a las instituciones se permitió la convivencia de diferentes grupos sociales en una misma unidad política a través de la moderación de los actores, restringiendo su comportamiento y adoptando una lógica más sistemática.

 

Es un hecho que la emergencia de los movimientos nacionalistas están volviendo a dotar de argumentos a la perspectiva esencialista, dejando de nuevo en un segundo plano a las instituciones como principal mecanismo canalizador de problemas, y es precisamente este contexto el que está creando un cultivo y ánimo reformista sobre el enfoque y papel de las instituciones que deberá entrar en debate más pronto que tarde.

 

 

 


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