Las crisis y los retos de la UE




La Unión Europea es un objeto político central, en tanto que en un contexto de gobernanza global, la respuesta de los estados miembros ha sido crear un sistema de mancomunación de soberanías reflejado en la integración económica –hasta el punto de crear una moneda única. Empero, ante la globalización, el Estado sigue siendo el principal actor, pero éste, para sobrevivir ha tenido que recurrir a entes supranacionales (integración como forma de legitimación para la no desintegración estatal). Sin embargo, este proceso de integración europea se encuentra actualmente en crisis o, como mínimo, con varios frentes abiertos que auguren su viabilidad a un largo plazo.

Dejando atrás el pasado más reciente de la crisis de la eurozona, esta ha servido como detonante para el surgimiento de nuevos problemas. Principalmente el auge del euroescepticismo, fruto de la crisis de confianza de la ciudadanía al proyecto europeo mediante la aparición de fuerzas políticas de arraigo nacional que emiten un discurso antieuropeo provocado por una serie de acontecimientos como han sido la propia crisis migratoria y económica, además de las criticas a las instituciones supranacionales.

La crisis económica, a parte del efecto negativo y las consecuencias que han traído, ha servido de impulso de reforma a la Unión, donde la creación de instrumentos para salvaguardar la estabilidad financiera en la zona euro –con la creación del Pacto Fiscal Europeo– o el compromiso por avanzar hacia una unión bancaria para resistir crisis futuras ha supuesto una fortaleza al proyecto. En cambio, otros problemas siguen abiertos, como es la crisis migratoria, ya que si bien es cierto que hubo una voluntad inicial por parte de Europa por establecer cuotas de recogida, el miedo al efecto llamada por la parte intergubernamental y la poca capacidad sancionadora por la parte supranacional han exacerbado una crisis humanitaria y de solidaridad que ha servido para atraer a fuerzas políticas de extrema derecha al escenario parlamentario.

Este euroescepticismo se ha alimentado a través del populismo con la creación del miedo a la globalización y la supranacionalidad, incentivando el retorno del marco estado-nación y aprovechándose de un clima de desafección política e institucional por parte de la ciudadanía hasta el punto de encontrar por primera vez en la historia de la Unión el efecto inverso al proceso de integración con el Brexit o la entrada en gobierno de fuerzas.

Por consiguiente, aunque hemos visto algunos efectos que han reforzado el proyecto europeo, el auge de los populismos –cada vez más presentes y con más fuerza en las instituciones de los estados miembros–, las políticas de acogida a los refugiados, la dificultad por conseguir una unión económica y fiscal (aunque si monetaria), el dilema en materia de seguridad (incrementado por las amenazas terroristas) o la lejanía en sentimientos de pertenencia por parte de la ciudadanía abren varios frentes que requieren de especial atención. La cesión de soberanía por parte de los estados miembro crea grandes reticencias que impiden que el proyecto europeo avance rápidamente, aún así, la solución a todos estos problemas no puede ser otra que la que pase los cauces europeos.

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