Ciudadanos o Expertos. ¿Quién debería evaluar la democracia de un país?



Coincidiendo con la afirmación que anuncian Morlino y Diamond: “no creemos que sea incorrecto que los ciudadanos democráticos, cada vez más informados y conscientes, deseen más posibilidades de participación, mayor responsabilidad, transparencia y competitividad, un estado de derecho más fuerte, más libertad e igualdad, y una mayor capacidad de respuesta, o al menos razonablemente un gobierno más receptivo. De hecho, creemos que la larga evolución histórica de la democracia sugiere que si los ciudadanos se movilizan efectivamente, estas aspiraciones para una mayor calidad de la democracia pueden lograrse de manera gradual, aunque imperfecta” (Morlino & Diamond, 2004, p.33), se debe apostar de manera progresiva el tener cada vez más en cuenta la valoración que ejerce la ciudadanía acerca de la calidad democrática de su país. Empero, como también anuncian los autores, esta evaluación será imperfecta, y por lo tanto reflejará un “contra” importante, ya que la subjetividad, la situación personal, no reflejarán más que una captura momentánea de la opinión del ciudadano, la cual por determinadas cuestiones –ver ese mismo día destapes de casos de corrupción, por ejemplo– puede hacer que valore peor la calidad de la democracia que si lo hiciese dos meses después. Además, otro “contra” importante corresponde a la propia cuantificación sobre el concepto de “calidad de la democracia” que puede entender la persona entrevistada, y que puede ser completamente distinta a la percepción de otro ciudadano. Es decir, el que un ciudadano puntué un siete sobre diez, por ejemplo, en una democracia plena categorizada como un diez sobre diez según Polity IV Project, corre el riesgo de que la percepción de la calidad sea mucho inferior de lo que realmente es, así como la puntuación de un siete no se basará en los mismos fundamentos que la puntuación de un siete de otro ciudadano.

Por lo tanto, se debe hacer uso de indicadores técnicos que operen libres de criterios subjetivos, pero, aprovechando una frase muy citada: “todo por el pueblo pero sin el pueblo”, no se puede obviar a uno de los principales actores del estado.

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