El techo de cristal
Si nos ceñimos a la definición que
expone la RAE, el feminismo es el principio de igualdad de derechos de la mujer
y el hombre. Por consiguiente, a raíz de esa base surgen diferentes vertientes
como es el feminismo liberal, el feminismo social o el feminismo radical, entre
otras las cuales articulan diferentes marcos de promulgar y defenderlo.
En consecuencia, las diferentes
tipologías de este término no debe llevarnos a contemplarlo a través de una única
vertiente, dado que tanto las formas como las medidas para promover su impacto
pueden ser sumamente diversas sin tener que juzgar o tildar a nadie de
antifeminista si no apoya la huelga del 8 de marzo o si considera que el camino
hacia la igualdad efectiva entre hombres y mujeres tiene que buscarse en las instituciones
mediante políticas públicas y no en las calles.
Aún así, el respeto ante esta huelga
debe ser total, ya que es tan legítimo amparar una huelga que defiende en
conglomerado la igualdad de género,
como el respetar a todas aquellas personas que consideren oportuno buscar otras
vías debido a la mezcla de las reivindicaciones que ilustra el manifiesto del
8M, pero que al fin y al cabo, todas tienen un fin común.
Si retrocedemos en el tiempo, no es
hasta el año 1893 en Australia -sin contemplar el error en el redactado que
llevó a admitir el voto femenino en el Estado de Nueva Jersey en 1776-, cuando
se permitió el sufragio femenino por primera vez, pero con ciertas
restricciones como fue la de la edad. De hecho, actualmente aún existen 6 de los
193 países del mundo que no tienen reconocido el sufragio femenino y, de los
que lo tienen, no hace relativamente tanto de su instauración. Por ejemplo, un
referente político como es el Reino Unido, sólo hace 100 años que aprobó la ley
que lo permitía, 25 años de retraso respecto a los australianos.
Lo mismo ocurrió con el caso español,
donde no fue hasta el marco de la Segunda República cuando se reconoció el voto
femenino en las elecciones generales 1933. Resulta paradójico que varios
partidos de izquierdas -pero con el voto a favor del PSOE- se opusieran a la
admisión de este sufragio mientras que partidos más conservadores con ideario
liberal como el partido radical, con Campoamor de diputada, fuesen quienes
impulsasen dicho voto. Empero, las mujeres sólo pudieron volver a ejercer su
voto en las elecciones de 1936, y no fue hasta la muerte de Franco cuando lo
volvieron a obtener en los comicios de 1977.
Desde entonces, mecanismos como las
cuotas en política o los planes de igualdad como la ley orgánica 3/2007 en el
ámbito empresarial y laboral no dejan de ser medidas que promulgan con la
consecución de la igualdad y por la protección de las mujeres ante las
discriminaciones que, a día de hoy siguen sucediendo como el famoso techo de
cristal en el nombramiento de cargos ejecutivos o de puestos de
responsabilidad.
La actividad parlamentaria e
institucional tiene mucho trabajo por recorrer, sin
embargo, es responsabilidad de todos –y no únicamente de las mujeres– de seguir
promoviendo la igualdad, bien sea mediante el impulso de leyes que protejan a
las mujeres en determinadas situaciones en las que se vean discriminadas, mediante
políticas de conciliación laboral y familiar o en fomentar la
corresponsabilidad en los ámbitos sociales y familiares.
De esta manera, en el espectro
político podemos encontrar diferentes visiones, entre las cuales están las formaciones
políticas que abogan por abanderar mediante iniciativas municipales y
autonómicas la presencia en manifestaciones adoptando lógicas populistas poco
efectivas o, por el contrario, partidos políticos que negocian que, por
ejemplo, la primera medida presupuestaria puesta en marcha a través del acuerdo
de investidura sea el permiso de paternidad como medida de corresponsabilidad o
la aprobación de una ley de autónomos en la que las mujeres que son autónomos
que se queden embarazadas tengan mayores facilidades para poder retomar su
carrera profesional.
En súmmum, la lucha contra la brecha
salarial, la apuesta por el impulso de campañas de sensibilización y
concienciación de los valores como la igualdad y el
respeto, la visibilización de los
referentes femeninos, la inclusión del género
femenino en puestos de responsabilidad y, en general, el diseño de políticas
que promuevan la igualdad real y efectiva en todos los ámbitos e instituciones
independientemente del sexo, creencia o lugar de residencia de cada persona
deben ser los objetivos a batir a corto y largo plazo. Después de todo, secundemos
la huelga o no, todos remamos en una misma dirección, donde sólo se lograrán avances
significativos si se trabaja a través de las instituciones y los cauces que
puedan asegurar un impacto en la reducción de la desigualdad.
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